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El corcho


El corcho es un material biológico, renovable, biodegradable y 100% sostenible, se ha utilizado para sellar botellas, de esta forma se evita que factores externos influyan en su composición, aromas y cualidades personales. Aun así, cabe destacar que existen varias modalidades de corchos en el mercado, cada uno con unas características únicas que funcionan mejor en un tipo de vino u otro.
¿Qué es el corcho?
El corcho es la corteza del alcornoque, un tejido vegetal que en botánica se denomina felema y que recubre el tronco del árbol. Cada año, crece una nueva peridermis –formada por anillos que crecen de dentro hacia fuera del alcornoque- que se superpone a las más antiguas, formando así esta corteza.
La corteza del alcornoque tiene una propiedad extraordinaria: la regeneración. El corcho vuelve a crecer una vez extraído, sin perjudicar al árbol. Para extraer el corcho, es necesario dejar que el árbol cumpla mínimo 30 años y a partir de ahí se puede cosechar cada 9 – 12 años. 
La procedencia de la mayoría de los alcornocales, el árbol de donde se saca, está en amplias zonas de la Europa mediterránea y en África del norte.
Origen del corcho
El corcho es un material que se ha utilizado desde el comienzo de los tiempos. Si bien, para que el hombre empezara a darle el uso que conocemos hoy día en el mundo vitivinícola tuvieron que pasar muchos años.
Los primeros vestigios de su uso datan del año 3.000 a.C en documentos de origen chino, en los que se detalla la utilización del corcho para utensilios de pesca, aunque no fueron los únicos que recurrieron al corcho, en el mundo Clásico también se utilizó este material para fabricar las suelas de los zapatos o para las tapas de las ánforas de barro.
Pero no fue hasta la Edad Media cuando el corcho empezó a cobrar el protagonismo que se merecía. El uso de este material como método para sellar las botellas de vino se le atribuye al monje benedictino Pierre Pérignon, en el siglo XVII.
Pérignon, mientras hacía varios experimentos fue quien descubrió el uso del tapón de corcho, el cual, por aquel entonces tenía forma cónica y no cilíndrica, ya que se introducían en las botellas de forma manual.
Pese a ello, el momento clave para el desarrollo del corcho como método de embotellamiento fue a partir del siglo XVIII. A partir de ahí, vistos los múltiples usos de esta materia prima comenzó a emplearse para un sinfín de utilidades, que van desde el sellado de las botellas hasta la industria textil.